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La actual crisis está haciendo reflexionar a los profesionales sobre la manera de gestionar sus clientes.
Si, a la de la libreta (o cartilla) el plazo fijo y poco más. Eso es lo que se están preguntando muchos de los ahorradores que han metido sus pocos ahorros en productos estilo participaciones preferentes , obligaciones convertibles, cédulas hipotecarias, bonos autonómicos, coberturas de tipo y demás productos financieros de ‘diseño’ que a la larga se han convertido, para muchos de sus titulares, en castigos .
Mi abuelo decía que si una cosa funciona bien ¿para qué cambiarla? Si eso lo traslado al mundo de la banca, cuando se comercializaban cuentas corrientes y de ahorro, plazos fijos y fondos de inversión, las entidades financieras ganaban bastante dinero, me pregunto por qué la moda de poner estos nuevos productos en el mercado.
Dado que los ahorradores particulares no demandaban estos productos, me hace pensar que quienes los diseñaron por tanto fueron las entidades financieras con una única razón, que es la de conseguir mayores beneficios que los productos tradicionales de toda la vida no permitían conseguir.
Ahora bien, seamos realistas, ‘dos no negocian si ambas partes no consiguen ganar-ganar’. Se juntaba el deseo de las entidades de incrementar beneficios con el deseo del particular de recibir más rentabilidad por sus ahorros. Con lo cual el peligro estaba servido.
Muchos profesionales de la banca han vendido productos sin ser conscientes de lo que estaban vendiendo a la vez que muchos ahorradores estaban depositando sus ahorros en productos que realmente no comprendían. Mientras la economía soplaba a favor, todos estaban contentos, pero cuando esto se torció la cosa dejo de ser rentable para ambas partes.
Algunos ahorradores sufrieron pérdidas (con suerte) en sus ahorros. Otros sencillamente los tienen bloqueados y sin poder usarlos pese a que ellos dicen que nunca firmaron un producto de esas características. Lo cierto es que hay mucho de ‘leyenda urbana’ dentro de la relación entidades-clientes y más teniendo en cuenta la presión comercial que sufre los empleados de las primeras. No obstante algo raro sucede para que, pese a estar las cosas como están, la banca continúe sacando al mercado productos de diseño, claramente difíciles de entender por el ahorrador clásico de toda la vida que caracteriza al perfil del ahorrador español.
¿Por qué? Un depósito a plazo, es un productos sin apenas riesgos con una determinada rentabilidad. ¿A alguien le puede caber en la cabeza que hay algún producto que sin correr riesgo de ningún tipo permita obtener 4 veces más de rentabilidad que un depósito bancario tradicional? Si es que en esta vida cualquiera sabe que para sacar beneficio en cualquier cosa siempre hay que asumir un determinado riesgo, siendo la posibilidad de conseguir beneficio proporcionalmente al riesgo que se asume en ello.
Parece mentira que con el avance de los tiempos los ahorradores aún firmen productos que a todas luces no saben cómo funcionan porque si realmente lo supieran saldrían corriendo. Pero no es el caso. Las entidades financieras sacan productos nuevos e, incomprensiblemente, se los quitan de las manos.
¿La gente sabe que una cobertura de tipos de interés no es un seguro? ¿La gente sabe que las participaciones preferentes no tienen plazo de vencimiento como los depósitos? ¿La gente sabe que un depósito estructurado es algo diferente a una imposición a plazo fijo aunque el ‘del banco’ diga que en los dos casos la rentabilidad está garantizada?.
Yo creo, y es mi humilde opinión, que unos por dejadez en sus funciones y no saber qué productos tienen entre manos y otros por falta de formación y exceso de confianza, que motivó la firma de productos financieros sin preguntar que lo firmaban, ha llevado a tristes situaciones como las que se pueden ver hoy en día.
Creo que ambas partes hoy por hoy están deseando que se vuelva a la banca tradicional a marchas forzadas.
F: Levante